Cuentan que fue una tarde en la playa
antes de ponerse el sol.
Un niño que allí jugaba, una gaviota herida encontró,
con cariño y mucho cuidado, a su casa la llevó
sus padres la curaron y el niño la alimentó.
Pasaron unos días y la gaviota curó,
el niño se resistía a ponerla en libertad.
-No la puedes tener en casa. Le decía su papa
-Es mía, yo la encontré. Contestaba el.
-Es una gaviota libre no la puedes retener.
-¡Es mía! Decía muy enfadado.
Pasaron unas semanas y la gaviota enfermo.
-¿Qué te pasa que no comes?
-Estoy triste, echo de menos mi libertad.
La gaviota le contestó.
El niño muy sorprendido respondió.
-¡Pero si hablas como yo!
-Solo tu puedes entenderme. ¡Déjame marchar!
El niño con mucha tristeza la dejó marchar.
-Vuela querida gaviota y busca a tus papás,
¡No me olvides, soy tu amigo!
Cuentan que todos los días, el niño a la playa iba
y jugar con su amiga.
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